Cuando un cuerpo humano desciende a una profundidad de 114 metros, el equivalente a la altura de las Torres Kio en Madrid, sufre una serie de efectos, lo que los expertos llaman el reflejo de inmersión o efecto de compensación : optimizar la respiración para lograr permanecer más tiempo bajo el agua mandando la sangre a lugares básicos para vivir. “Sucede algo similar en los escaladores, que a partir de los 2.500 metros de altitud ven disminuido el oxígeno disponible”, relata el neumólogo José María García. Cuando desciende un apneísta, el diafragma se contrae involuntariamente intentando respirar, lo que ayuda a bombear sangre al cerebro. Si no fuese así, la muerte sería casi instantánea. Además, la frecuencia cardiaca se reduce hasta los 12-15 latidos por minuto. La saturación de la sangre desciende al 50% y la capacidad de los pulmones se comprime hasta un volumen de un litro. La capacidad media de un adulto sano es de cinco litros....